miércoles, 5 de enero de 2011

A cocachos aprendí...

Dicta el poema de Nicomedes Santa Cruz, es cierto, muchas de las cosas que ahora sabemos nos han costado a cocachos. Recuerdo una vez que mi madre me matriculó en una escuela de natación a dos cuadras de mi casa, tenía mas o menos 12 años y la vanidad adolescente comenzaba a dar sus primeros síntomas.
Nunca he sido una flaca esquelética, aún cuando de niña siempre he tenido mis curvas, unas mas que otras.
"A ver niña por favor salte a la piscina de una vez que no tengo todo el día, no me pagan extra por enseñarle a usted" decía mi profe de natación ese chato con abdominales de Stallone pero con cara de Edwin Sierra, osea, no pasaba nada y para colmo tenía un pésimo carácter, no entiendí nunca como pudo ser profesor.

Señorita María Fernanda, va a saltar o no? ya había pasado 5 minutos y no me atrevía a dar el bendito salto a la piscina. "No lo  haré, solo si usted se mete y me sostiene", en otras palabras era una maricona que no se atrevía. Todo el salón me quedó mirando atónito.



Bastó solo un segundo para que un mocoso de 8 años dijera "métete de una vez" y me tirara a las piscina sin mas ni menos compasión por mí. En eso comencé a ver celeste, estaba en el fono de la piscina y desesperada por salir, comencé a dar mis primeros manotazos y al fin pude salir. Mis bándalos compañeros comenzaron a soltar las risas y no pude resistir, comencé a llorar. Sentía una mezcla de impotencia, vergüenza y humillación.

                                                   
No quería regresar pero mi linda madre me obligó a hacerlo, así que a lá semana siguiente hice mi aparición, dispuesta a reinvindicarme.

No lo pensé dos veces cuando mi Edwin Stallone teacher me pidió que saltare a la piscina y lo hice, me sentí como un delfín saltando en la eternidad del mar cuando salí airosamente todo los malandros comenzaron a aplaudirme y mi sonrisa cantaba victoria por haberme atrevido (o mejor dicho, por haberme obligado a hacerlo). Lista y todo al fin pude salir con la cabeza en alto, ya no había ningún Stallone que me intimidara ni ninguna Marifé que lo evitara.